jueves, 24 de septiembre de 2009

Un cubano en la corte de Luis XIV (2)


Hoy camine por toda la Rue de Espagne hasta llegar a un estanquillo. Impresionante. Imagino los viejitos de mi Habana, con su manojo de periódicos a viva voz frente al capitolio. Claro que el Granma y el juventud, ni siquiera sumándole varios ejemplares de un Orbe internacional sin alcance y un Trabajadores desteñido desde su naranja informal, hacen el peso suficiente para mellar sus cansados músculos.
Acá no he visto vendedores ambulantes. Pero no creo que les haga gracia llevar la carga de 50 ejemplares del país, por ejemplo, lo que es equivalente a mil Granmas en su edición del viernes.
Pero una noticia me llamo la atención sobremanera. El presidente de Francia Nicolás Sarkozy se someterá a varias intervenciones médicas para estirar sus huesos y ser así más alto que su flamante esposa, Carla Bruni. La técnica consiste en inyectar calcio en las articulaciones y atar al paciente a una cama con tracción para estirarlo durante varias horas. Parece de locos.
Los médicos se consideran capaces de hacerlo crecer casi trece centímetros en tan sólo un año, por lo que pasará de medir los 1,65 metros actuales a casi 1,80. Lo cual hará al mandatario galo, de 53 años, 2,54 centímetros más alto que su exotica e interesada concubina.
En una pagina interior reseñan que, al visitar una fabrica, como parte de actividades del sindicato X, se le prohibio a todos los empleados con mas de 1,65 asistir a la ceremonia por estos delirios de grandeza.Muero de la risa.
Parece que los franceses le han cogido “la medida” a los Jefes Pequeños desde la famosa Los hombres se miden de la cabeza al cielo de Napoleon Bonaparte. O quizás fue influencia de Asterix, da igual. Lo cierto es que mi amigo Nicolás sufre tremendo complejo con su estatura, no es para menos cuando es el presidente más chico de G 20 y especialmente Obama lo hace parecer un bonsái. Esperemos por el bien de la fogosidad de su esposa que lo del tamaño sea solo en la estructura ósea.

Un cubano en la corte de Luis XIV (1)


No soy el ombligo del mundo. Lo reconozco. Antes lo creía. O me lo hicieron creer. Y en esa decodificación me deduje. Hice las maletas. Y, cuando cruce la línea migratoria, el mundo comenzó a dar vueltas. Llegue al Charles De Gaulle con aire solemne, sobriamente vestido, acorde a las gélidas temperaturas del exterior.
Entonces el primer obstáculo: El viaje, en un Boeing 747, descargo más de 300 pasajeros, y entre esa cantidad desmesurada de turistas de tercera clase, un solo pasajero tuvo que abrir su maleta, explicar a donde iba, por cuanto tiempo, que dinero llevaba, como, por que, hasta, para, por, según… y una ensarta de preposiciones, conjunciones interrogativas. Óigame, me preguntaron, y esto es hasta risible, por una rueda de aromas, los cigarros suaves de la cuota. Su delito: ser cubano.
Mi indignación fue mayor al no poder tirarme pal solar, y armar tremenda tangana en el aeropuerto. Mi francés nulo y mis pocas palabras en ingles me limitaron a balbucear algunas groserías bajitas en un español localista. Una hora de retraso. Era un parasito tercermundista ante autoridades de “primera”. Mire de reojo al guardia que operaba el aparato de rayos X. El me respondió con aire clasista, por encima del hombro: Pardon. Y yo me cague en su madre: mercy. Reglas de comportamiento. Hipocresía burocrática. No sé cuantas justificaciones traté de darme, una lobotomía personal para borrar el incidente. Era producto tal vez de la mala suerte.
Al menos, tenía la oportunidad de conjugar la realización de varios sueños. Me atengo al término conjugación porque iban desde los sublimes: Visitar el Louvre, Versalles, La torre Eiffel…hasta coger el metro, comerme un Big Mac, entrar a un bar de srteptease o hacer un muñeco de nieve.
Pero primero lo primero. El viaje fue agotador, 10 horas, y mis pulmones adictos me pedían humo. Fui a un local de gastronomia ligera y allí el segundo de los problemas. Sacarme de la cabeza las jodidas matemáticas. Un café expreso, un simple café expreso: Un euro con 75 centavos, más o menos 2,5 CUC, más o menos 60 pesos. No pude. Demasiada morbosa la idea de pagar 5 días de salario por un sorbo de infusión. También me lo justifique pensando que era hipertenso y que a lo mejor me hacía daño.
El colofón a esa primera tarde en la ciudad de las luces fue cuando en las inmediaciones de la Cathédrale Notre Dame de Paris, entable conversación con una belleza de mujer francesa, en castellano por supuesto:
- Me llamo Stephanie y tu
- Yoandy
Se me subieron los aires de Don Juan. Y como buen calculador me quise aprovechar de esa imagen nuestra de Sex Simbol, de calientes, divertidos, únicos, gozones…Y ella me tiro un cubo de agua fría que, aun hoy, es imposible de olvidar:
- De donde eres – me miro desde sus pupilas picarescas
- De Cuba respondi con orgullo
- No puede ser – dijo
- Por que – inquirí intrigado
- Todos los cubanos son negros