jueves, 24 de septiembre de 2009

Un cubano en la corte de Luis XIV (1)


No soy el ombligo del mundo. Lo reconozco. Antes lo creía. O me lo hicieron creer. Y en esa decodificación me deduje. Hice las maletas. Y, cuando cruce la línea migratoria, el mundo comenzó a dar vueltas. Llegue al Charles De Gaulle con aire solemne, sobriamente vestido, acorde a las gélidas temperaturas del exterior.
Entonces el primer obstáculo: El viaje, en un Boeing 747, descargo más de 300 pasajeros, y entre esa cantidad desmesurada de turistas de tercera clase, un solo pasajero tuvo que abrir su maleta, explicar a donde iba, por cuanto tiempo, que dinero llevaba, como, por que, hasta, para, por, según… y una ensarta de preposiciones, conjunciones interrogativas. Óigame, me preguntaron, y esto es hasta risible, por una rueda de aromas, los cigarros suaves de la cuota. Su delito: ser cubano.
Mi indignación fue mayor al no poder tirarme pal solar, y armar tremenda tangana en el aeropuerto. Mi francés nulo y mis pocas palabras en ingles me limitaron a balbucear algunas groserías bajitas en un español localista. Una hora de retraso. Era un parasito tercermundista ante autoridades de “primera”. Mire de reojo al guardia que operaba el aparato de rayos X. El me respondió con aire clasista, por encima del hombro: Pardon. Y yo me cague en su madre: mercy. Reglas de comportamiento. Hipocresía burocrática. No sé cuantas justificaciones traté de darme, una lobotomía personal para borrar el incidente. Era producto tal vez de la mala suerte.
Al menos, tenía la oportunidad de conjugar la realización de varios sueños. Me atengo al término conjugación porque iban desde los sublimes: Visitar el Louvre, Versalles, La torre Eiffel…hasta coger el metro, comerme un Big Mac, entrar a un bar de srteptease o hacer un muñeco de nieve.
Pero primero lo primero. El viaje fue agotador, 10 horas, y mis pulmones adictos me pedían humo. Fui a un local de gastronomia ligera y allí el segundo de los problemas. Sacarme de la cabeza las jodidas matemáticas. Un café expreso, un simple café expreso: Un euro con 75 centavos, más o menos 2,5 CUC, más o menos 60 pesos. No pude. Demasiada morbosa la idea de pagar 5 días de salario por un sorbo de infusión. También me lo justifique pensando que era hipertenso y que a lo mejor me hacía daño.
El colofón a esa primera tarde en la ciudad de las luces fue cuando en las inmediaciones de la Cathédrale Notre Dame de Paris, entable conversación con una belleza de mujer francesa, en castellano por supuesto:
- Me llamo Stephanie y tu
- Yoandy
Se me subieron los aires de Don Juan. Y como buen calculador me quise aprovechar de esa imagen nuestra de Sex Simbol, de calientes, divertidos, únicos, gozones…Y ella me tiro un cubo de agua fría que, aun hoy, es imposible de olvidar:
- De donde eres – me miro desde sus pupilas picarescas
- De Cuba respondi con orgullo
- No puede ser – dijo
- Por que – inquirí intrigado
- Todos los cubanos son negros

2 comentarios:

  1. jejejejeje, coñooo, es verdad que eso de meridianos y paralelos influye, oye maestro pues guartdame una de esas bellezas francesas, prometo regalarte una rueda de aromas, metele hermano., Dayán

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  2. ah, por ahi tambien estuven en la misma plaza frente a la catedral de Notre Dame, ya la había visto mientras paseaba en Góndola por el Senna, pedí que nos llevaran y así lo hicieron, solo recuerdo de mi niñez de 13 años que ante la urgencia de un baño encontramos unos subterráneos a la izquierda de la entrada a la catedral, en la escalera mientras bajaba quedaron varias pesetas cubanas de 20 centavos en las manos de muchos de los llamados "gitanos", "pobrecitos", así pensaba. ¿y yo?

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